Esquiva con la precisión de un recortador la pregunta que le provoca desvelar sus vivencias más apocalípticas en Madrid, ahora que se acercan las cuatro décadas desde su primer aterrizaje. «Las anécdotas no se cuentan. La mayoría se olvidan», sostiene Andrés Calamaro (Buenos Aires, 1961), que regresa hoy a la capital en formato gran escenario. Su última vez en el WiZink Center -entonces Palacio de los Deportes- se remonta a 2005. Entonces volvía tras 10 años de tinieblas personales. Ahora lo hace pleno, feliz en la carretera. «Prefiero cuando estamos de gira y preparando discos: luego soy ermitaño como mi abuela».
- ¿Cuántos años tenía cuando pisó por primera vez Madrid?
- Estuve unas horas aquí en 1984, con 23 años. Hicimos una escala para grabar unas cosas en Ibiza con Los Abuelos de la Nada.
- ¿Quiénes hicieron de guías?
- En 1984 fuimos a Ibiza con Vicente Romero Mariscal. En sucesivos viajes subsiguientes, mis mentores aquí fueron Ariel Rot, Julián Infante, Germán Vilella, Guillermo Martín, Pancho Varona, Corcobado y Turmix.
- ¿Cuál es su primer recuerdo de la ciudad? ¿Qué le impresionó más?
- El cartel de Tío Pepe en Sol. Sol mayor. Tampoco soy de impresionarme demasiado. Estoy nacido en downtown Buenos Aires, entre edificios, estaciones y hollín.
- ¿Llegó con la idea de quedarse?
- Vine moderado de anhelos, como siempre. A darlo todo sin pedir nada. Las cosas salieron bien. Madrid es un pedazo importante de vida.
- ¿Y qué tiene Madrid para vivir que no tenga otra ciudad de España?
- Las ciudades de España son de lujo; tienen un nivel extraordinario de todo. Madrid tiene Las Ventas.
- Dice que ha hecho casi todo el camino entre Tierno Galván y Martínez-Almeida. ¿Qué Madrid se encontró entonces y qué Madrid ve ahora?
- Hace 30 años se respiraba una armonía distinta, Madrid no era destino turístico, era barrios y vecinos. Ahora está demasiado cosmopolita, llena de turistas desorientados con un botellín de agua mineral.
- ¿Cómo recuerda Malasaña?
- Una barriada entrañable y contemporánea, ecos de un reviente intelectual y distinguido; Madrid transversal, de bares y clubbing. Madrid en los 90 era extraordinario. Lo seguirá siendo.
- ¿Con el bar El Palentino se fue una parte de Madrid?
- Sin duda. Una parte bastante importante. Es un perfecto símbolo (ejemplar) de lo que perdemos con la globalización multicultural, perdonando la expresión.
- Escribía usted hace poco de La segunda movida madrileña. Hablemos de la primera: ¿qué recuerdos guarda de ella?
- Es una metáfora. Esta movida es otra cosa, es una barricada, tiene una misión impostergable y urgente. Es parte de una batalla cultural complicada, pero imprescindible, salvaguardar los principios intelectuales y la decencia.
- ¿Qué tenía de bueno y qué de peligroso aquel Madrid?
- No soy un vocero de los años 80, era muy joven y tocaba el teclado con eficacia; teníamos nuestra propia movida en Buenos Aires, cosas en movimiento. Vine a probar los sabores de los 80, eso es verdad. Eludiendo los marrones a tiempo.
- ¿Madrid, para lo bueno y lo malo, es fuente de inspiración en sus canciones?
- Sí, claro. No sabe usted cuánto. Escribí el Pasodoble de Malasaña a la batalla final de los Centuriones. Me inspiré sobrevolando tachos de basura y también en las delicias del corazón y la carne. Y otras delicias. Madrid me ha completado cultural y personalmente.
- ¿Cuáles han sido y son los rincones del Madrid de Calamaro?
- Las Ventas, Casa Lucio, el Mercado de la Cebada y el Di María. El Bocho, El Palentino, Melocotón y Casa Patas. Los cines Alphaville, el Berlín, Tablada 25, el Santiago Bernabéu, Revólver, Leturiaga, Delitto e Castigo. El japonés de Flor Baja…
- ¿Es respetuoso el madrileño si le ve en alguno de estos lugares?
- Madrid es respetuosa y cálida. Madrid durante el día es incluso tímida. Luego se retrata en sitios específicos, como Lucio o Las Ventas, donde el trato es exquisito, mejor que el respeto. No tienen los madrileños la costumbre constante de invitarse y reunirse como en Buenos Aires, son como son, los gatos.
- ¿Qué porcentaje de tiempo pasa habitualmente en Madrid?
- Este año tenemos la previa de la gira y la gira, ensayamos en Buenos Aires, pasamos por México y hacemos Sudamérica en octubre, noviembre y diciembre. Soy porteño de la Recova de Retiro, pero vivo en los suburbios; prefiero cuando estamos de gira y preparando discos: luego soy ermitaño, como mi abuela.
- ¿Desmonta usted el mito que asocia al rockero como animal nocturno, dentro de un bar? ¿Es más de desayunar leyendo el periódico?
- Sí, no literalmente. Tampoco desayuno, pero la idea de leer el periódico -tomando un café con leche y una tostada- me gusta.
- ¿Es Madrid la gran capital multicultural de España?
- No me agrada el concepto de multicultural, peor en la práctica que en la teoría. Madrid puede ser la capital cultural hispana del mundo en este momento y en este idioma; una ciudad con una misión por delante.
- Madrid es El Prado, Madrid es Las Ventas, Madrid es el Retiro, Madrid es el día, Madrid es la noche. ¿Es Madrid la casa de todos?
- Demasiado, demasiado. No hay lugar para todos en la casa.
- Algo habrá que no le guste de Madrid…
- Normal. Las ciudades de Europa son la favela del mundo, un nido de ingenuidad y cinismo. But i like it.
- De Madrid destacó hace poco a su vicealcaldesa, Begoña Villacís. Y coincidió en los toros con la presidenta Isabel Díaz Ayuso. ¿Qué valora de ambas? ¿Y del alcalde Martínez-Almeida?
- Fueron muy amables conmigo, me dedicaron palabras hondas y sinceras, bien elegidas sobre todo. Estoy muy agradecido por lo que han dicho y el trato tan amigable que me dan. Madrid regresa como eje antisistema contemporáneo.
- Almeida, por entrar en terreno futbolero, es muy del Atlético de Madrid. ¿Hay un lado bueno y uno malo en la ciudad -Courtois dixit- en función del equipo que seas?
- Los asuntos balompédicos se supeditan a los buenos modales siempre. Por mí como si prima siempre la camaradería. A un adversario se le respeta, es un amigo.
- La crónica de su último concierto en el Palacio de los Deportes, en 2005, se tituló en EL MUNDO: Calamaro, el corazón de Madrid. ¿Ya por entonces era «el argentino más madrileño», como dijo Begoña Villacís?
- No sé si soy el argentino más madrileño, no los conozco a todos, ¡afortunadamente! Como sea, estoy de acuerdo, Madrid es un proyecto abierto a muchos que no nacimos aquí. Un madrileño nace donde le toca, como los vascos.
- ¿Qué supone para usted esta condecoración?
- Supongo que soy profeta en esta tierra. Me honra la Medalla de Honor de Madrid, más que un premio es un compromiso. Sirvo a la reconquista de la decencia y la cordura.
- ¿Hay celos en sus compatriotas por este reconocimiento en Madrid?
- No lo sé. Es bastante posible.
- Volviendo a aquel concierto de la gira El Regreso, supuso su vuelta a los escenarios tras un complicado en lo personal. ¿Cómo era aquella vida y cómo es ahora en la actualidad?
- En 2005 era un rehab en toda regla, ahora llevo sin consumir drogas o alcohol ya 10 años. Tampoco soy el fauno tántrico que era con 40 pepinos.
- Han pasado 17 años. ¿En qué modo han evolucionado sus directos?
- Mi servicio es ofrecer los mejores conciertos posibles, y es lo que intentamos.
- ¿Qué tiene de especial tocar íntimamente en espacios pequeños, como por ejemplo la Sala Clamores, que no tenga un concierto a plaza llena en el WiZink Center?
- Los grandes conciertos capitalinos son los más complicados de disfrutar por la expectativas, el protocolo y la aparición crítica. En sitios como Clamores se disfruta, es posible. Importan las buenas sensaciones en el escenario y olvidarse del cuerpo.
- Recuperada ya la gira con normalidad, ¿cómo ha sido el reencuentro con el público tras la pandemia?
- Muy bueno, con bonitos triunfos bien trabajados.
- ¿Tiene, como los toreros, un ritual el día de concierto grande? ¿Cómo es su día un día de concierto?
- Los conciertos grandes no me gustan demasiado. Prefiero la normalidad de la gira, las cosas como son. No entiendo un concierto más importante que otro. Prefiero llegar a una ciudad cualquiera, esperar la prueba de sonido en el hotel y cantar.
- En sus directos defiende a pecho descubierto la Tauromaquia. ¿Le ha supuesto algún problema defender con libertad la Tauromaquia en estos conciertos, incluso en países donde ni siquiera es tradición?
- Lo contrario de problemas, sólo episodios honorables, aprendizaje para mí, trato exquisito, contemporáneo y artístico. Creo que estamos atravesando un puritanismo desigual. El rechazo a la Tauromaquia en países en donde no se celebran festejos, países ganaderos donde se aplaude al responsable de la parrilla barbacoa, es un disparate no sin consecuencias. Un oportunismo ingenuo y cínico al mismo tiempo. Parecido a pegarse un tiro en el pie.
- ¿Cómo ha visto Las Ventas los días que ha podido ir en San Isidro?
- Disfruté mucho de volver, no sabía cuanto echaba de menos esto.
- Cuando usted llegó a Madrid el toreo se vinculaba a la izquierda. Ahora se tiende a vincularlo a la derecha. ¿No es eso una demostración de que el toreo no tiene color político?
- Demuestra algunas cosas, sin dudas. Que el toreo es transversal, contemporáneo -y civilizado- no se puede discutir; ahora tienen un fondo filosófico añadido, además del que siempre tuvo. Es la barricada de las mejores cosas. Otra batalla cultural.
- Dice la crítica taurina que el público de Las Ventas ha cambiado a peor. Y decía Ortega y Gasset que las plazas de toros eran el reflejo de la sociedad. ¿Ha cambiado también la sociedad a peor?
- Me temo que sí, se respira un puritanismo bastante extremo, una versión exagerada de la «discriminación positiva» de finales de siglo. Me quedo corto, el individuo se derrite.
- ¿También en sus directos es distinto el comportamiento del público?
- Tengo buena suerte con el publico, nos hemos entendido para lo más importante. Nosotros estamos enfocados en tocar y cantar, el público escucha, canta un poco, canta mucho, luego nos aplauden.
- ¿Qué espera de hoy?
- Buenas sensaciones en el escenario y dar lo mejor que tenemos. Salud, dinero y amor.
- Pasan los años y sigue usted arrastrando masas, llenando el WiZink… ¿Hay, pues, Andrés Calamaro para rato?
- Pasan los años y sigue usted arrastrando masas, llenando el WiZink… ¿Hay, pues, Andrés Calamaro para rato?