Cuando mires a los ojos a otra persona, a quien sea, y veas tu propia alma reflejada, te darás cuenta de que has alcanzado otro nivel de conciencia». Weiss.
Es El Cercano un paraíso íntimo para los amantes del jazz y de una siempre lúcida y enriquecedora conversación, espacio de intercambio cultural e ilusiones, de retazos de realidades y universos de apasionadas inquietudes, dirigido como alma máter por el provocador intelectual Moncho Conde Corbal. Constituye un no lugar de la cultura no establecida, un foro de diálogo de lenguajes plásticos y una plataforma referente en la promoción de las nuevas manifestaciones artísticas y de los jóvenes artistas.
Ana Navas plantea en el corazón del espacio de arte de El Cercano, atalaya reservada del magnífico mural con el que Mon Devane recrea una vista ficticia de la Plaza del Hierro, Una mirada, la que constituye su primera exposición.
La muestra presenta cinco obras de formato grande y corte figurativo de carácter ornamental. Retratos a través de los que pretende trasladar al espectador la esencia de las personas reproducidas; si bien, inicialmente, imaginaba seres anónimos, actualmente prefiere conocer al protagonista de sus retratos para que estos actúen como carta de presentación de los personajes interpretados.
Destaca la intensidad cromática de grandes zonas delimitadas por el contraste con libertad e independencia naif respecto a la naturaleza, consiguiendo una mayor expresividad en el color no descriptivo y ornamental con acento decorativo.
Erige con monumentalidad la arquitectura interna de las formas, enfrentando el retrato al espectador con expresión sincera, hierática, directa. Fisonomías que en una primera mirada remiten a una idealización contemporánea de la Koré, tipología escultórica de la época arcaica griega, figura femenina que denota su profunda influencia egipcia por el carácter inmóvil de su rigidez corporal, atemporal y de rostro estereotipado y que en una segunda aproximación a la obra, suscita otras reflexiones partiendo del misterio que se va desentrañando con una perspectiva de mayor visceralidad, gestualidad y apasionamiento. Cabe destacar la interna relación que establece Ana Navas entre los rostros presentados en su totalidad retratos de mujeres, ataviadas con tocados de flores o elementos naturales, estableciendo esa relación entre mujer y naturaleza. Ana Navas pinta a su hija, a sus amigas, a Frida Kahlo, recreando una dulcificación de las fisonomías. La figura se recorta sobre la superficie neutralizada por la atmósfera cálida de un tono plano con la excepción de dos obras que sitúan al personaje idealizado convertido en náyade en un exterior natural y otro rostro femenino dominado por la incógnita de su expresiva mirada en una nebulosa esfumada que proyecta con monumental energía la figura sobre el fondo. La manera en la que estructura la fisonomía se reproduce como constante de armonías refinadas en la arquitectura de los rostros, que se elevan con manifiesta frontalidad sobre un cuello hipertrofiado que alarga el canon del busto con un esteticismo ornamental como en los apuntes de Modigliani, con protagonismo de la línea de dibujo en arabesco, aun tendente a la geometría rectilínea que deriva en la presentación muralista de una pintura plana y un espacio no ilusorio sino pictórico con un encuadre idéntico en todos los retratos, incorporando su interés por el grafismo y lo decorativo.
En el carácter narrativo de intensidad poética y simbólica que traslada a los retratos, realiza una utilización simbólica del color a través de la temperatura del mismo en sus pinturas sintéticas, impregnadas de un carácter distante y sofisticado, atraídas inconscientemente por la construcción de la figura en base a los espacios cezannianos, la influencia de la imagen divulgada por los mass media que marca en la experiencia que equilibra, aumenta y construye a través de sus años de trabajo con el tristemente fallecido y reputado cineasta Eloy Lozano, director de Bellas durmientes, entre otras obras maestras y que aproxima la iconografía de Ana Navas al Pop Art, rendida al diseño, la expresión subjetiva del concepto, lenguaje de la sociedad de consumo convertida en icono estético.
Una seriación en la repetición de la fórmula estructural del retrato, reafirma un carácter Pop de producción en serie, una fascinación por el vitalismo de la sociedad contemporánea y un profundo protagonismo de la mujer como rostro femenino de la mundialización. Subraya con interés la bidimensionalidad de la imagen plástica.