En la primera ola fueron las mascarillas de oro, no de metal sino de gran negocio, porque no había existencias en ningún lado que no fuera el extremo asiático, allá donde nos abandonamos a que fabricaran todos los productos de la sociedad de consumo que al tiempo fue también imbécil; al no haber existencias, en la simple regla de mercado que a mayor demanda y menor oferta, la que hay se dispara hasta los 3€ que nos costaba una FPP2 que hoy vale 60 céntimos en Arenal, por ejemplo. Ahora vamos por la sexta ola y toca la lucha a través de los test antígenos que nos debíamos hacer cada día si quisiéramos saber, con certeza, si ahora sí estamos, o todavía no, contagiados de la Om¡nicron. Los test que yo pagué en estos días en la farmacia cuestan alrededor de 6€, cuando en Portugal Mercadona los vende a 2,10€ la unidad, además de que el Gobierno portugués haya facilitado una lista con casi 1.000 farmacias y 500 laboratorios donde los ciudadanos pueden hacerse un test de antígenos cada 15 días totalmente gratis. El hecho de la diferencia es tal que ya está montado un negocio subiendo la mercancía antígena del país vecino a la Galicia local cual si fuera el café de antaño para transarlo a un precio que se dobla de este lado. ¡Esto es un negocio, gente!; aparte de la desgracia sanitaria y económica para el conjunto de la sociedad asoma el beneficio de los nada escrupulosos agentes que se lucran con la necesidad actual. Y que no le llamen comercio, porque esto no es…