Los que seguimos literariamente a Manolo hoy nos llevamos un chasco, pequeño chasco, la verdad, pero chasco al fin y al cabo. Porque finalmente no ganó el Concurso de Poesía Loewe al que se presentó este año y del que sabíamos se encontraba entre los finalistas, que no es ninguna coña, pues fueron más de 2700 concursantes los que acudieron al panal de rica miel. Con esta nominación la satisfacción está servida, pues el valor al poemario de Manolo es aplaudido desde fuera de su ámbito amigo e incondicional público lector. Fue un chasco, es verdad, pero chasco mitigado por el hecho de estar en la final, o sea, de ser ya un poemario reconocido por los que seleccionan sin tener que jugar a los debates finales de intereses varios y variedad de intereses.
Hoy ganó el Loewe un chico mejicano de 27 años, que desde mi punto de vista no está a la altura ni mucho menos del poemario de Manuel Janeiro. Pero no quiero confundir al lector por mi subjetivo criterio al ser amigo de Janeiro, por lo que transcribo lo que ha escrito una amiga de facebook a la sigo desde hace tiempo, Ana Silva, por las acertadas reflexiones que hace y que yo comparto tantas veces por ello, y que es sanitario. Ella se hizo eco hoy del Premio y escribe: “Yo no digo ná… pero lo de hacer de la muerte algo poético es para genios como Bach. Morirse es una mierda, ahí no hay belleza, ni consuelo, ni poesía. Un día de estos voy a colgar yo mi colección de fotos de Úlceras, a ver si os da un Síndrome de Stendhal.
(De los premios, mejor tampoco digo nada)
Y a continuación nos pone la muestra de dos de los poemas ganadores para comprender mejor lo que ella siente al respecto. Atención:
“Le tomo la mano a mi enfermo
para saber que sigo vivo.
Ha muerto unos instantes
después de que mis manos
buscaran despertar su sangre.
Oscuras turbulencias
revolvían su pecho.
Su vida coagulada
detenía el oxígeno.
No funcionó.
Su corazón ya no podía hablar,
tartamudeaba.
Dentro de las costillas
un ritmo incompatible, atropellado,
un código sin traducción.
Le tomo la mano a mi enfermo
sin que los otros miren.
El monitor de pulso
sigue chillando con su alarma.
Una enfermera lo apaga. Silencio.”
“Su nieta la encontró en el baño,
sentada en su propia oscuridad.
La sombra de su mente
le ha desordenado las palabras.
¿Dónde soy? ¿quién estoy?
Preguntas que se hacen
cada vez más urgentes.
Con tijeras le quitamos la ropa.
Ella cubre su vulva con las manos.
Su intimidad cae a gajos,
a rasgaduras.
Ella dice que no, pero es preciso.
No, no, repite.
Recaudamos signos y hematomas. No.
Le quitamos las manos. No.
La despojamos de todo. No.
Grita.
Ella no sabe dónde está.
Pero sí quiénes somos
nosotros, los enfermos.”
Estos son dos de los poemas que componen “Cuadernos de patología humana”, el poemario ganador, que obtendrá 25.000 euros.