LIBRO DE CRONICAS. LOBO ANTUNES. Literatura Mondadori.
Seguramente a nuestra edad ya no leemos poesía, eso queda para los jóvenes que aun creen en el amor, ven ruiseñores en la oscuridad, y tienen mariposas en el estómago. Nosotros ya no estamos para esas milongas pampeanas, somos gente ocupada, andamos a toda velocidad de un lado a otro de este mundo pequeñito y espinoso, intentando esquivar las púas que se nos enganchan en la piel. Qué nos van a contar a nosotros, que nosotros no sepamos, sobre lo que es inasible, lo que nos llama por dentro con una voz que no se oye; a nosotros, que estamos de vuelta de todas las esquinas. Déjenme de poesía, que ni es arma cargada de futuro ni de presente. No, no y no.
Si hubiese alguna esperanza para los que ya no leen poesía, esta estará en los escritores que, escribiendo sin meandros, sin saltos en la página a doble espacio, sin caligramas o grabados de tinta azul, aun nos retuercen los pocos sentimientos que nos quedan para que nos duelan los dientes contra el viento. Eso es el “Libro de crónicas” de Lobo Antunes, poemas en prosa que nos cuentan la vida de nuestra reencarnación. Poesía lírica, poesía épica, poesía satírica. Todo el compendio desde las jarchas hasta don Walt Witman, pasando por una lavadora que centrifuga y un tendedero de ropa desde el que se ve el cielo de Lisboa. Si quieren, pónganse a leer con la escritura a saltos a la pata coja, verán que bien les sienta para volver a tener sentimientos, como cuando eran personas, como una sopa para convalecientes en la que flotan amarillas insignias del valor. No verán ruiseñores, no comerán alas de mariposa, pero sentirán de nuevo la piedad por la miseria propia y la ajena. Serán mejores personas aunque no alcancen el olor a santidad. Los débiles tendrán otra oportunidad. Los desalmados serán castigados. Léase este libro con la lentitud que exige ver la vida cocida en buena literatura, como hierve un jamón en vino de borgoña o en tinto peleón.
Lobo Antunes maldecía en arameo contra la obligación de hacer estas Crónicas. Le quitaban tiempo para sus queridas novelas y muchas veces decía que no se le ocurría nada: así es esa tortura, utilizada como método para obtener la confesión del reo, pequeñas heridas en el alma sin derramamiento de sangre y que hacen que nos rasquemos, con cierto placer, el escozor dolido de nuestra cansada piel.
Mendiño Sousas