Hoy voy a traer aquí una reflexión que llevo haciendo desde hace tiempo respecto a algunos políticos no convencionales que tienen ideas propias, algunas brillantes y otras nada, y que las defienden hasta extremos insospechados que no les favorecen, al menos inicialmente, y además utilizando unas formas cuestionables, en muchos casos groseras. Aquí en Ourense tenemos el ejemplo de Jácome, líder de Democracia Ourensana, que es denostado por muchos vecinos en base a su falta de formas tradicionales del resto de los políticos. Sin entrar en detalle del fondo político defiendo la alteración de esas formas clásicas si trae consigo la defensa de un bien o la verdad. Lo defiendo, porque prefiero a una persona que falle con las formas que a otra que con las mejores formas fallen en el fondo de cualquier cuestión. Por supuesto, o más todavía, también en la política. Y esto no quiere decir que no valore la educación, pero no como fórmula utilizada para darle por detrás a la verdad y otros valores sociales.
Pues hete aquí que, en relación a esta discusión legítima de “sí o no” se puede ser mejor político, o más conveniente para el servicio público, en función únicamente de las formas, me he encontrado hoy al estar leyendo este libro extraordinario de Nassim Taleb, “Jugarse la piel” con la anécdota y argumento a favor de lo que pienso al respecto; y confieso que me da gustirrinín coincidir en algo tan poco correctamente político con un intelectual de la talla de Taleb, este matemático-inversor-filósofo que desarrolló la ‘teoría del cisne negro’: que la modernidad es tan compleja que no podemos entenderla del todo y, por tanto, somos vulnerables a acontecimientos tan imprevistos como letales; que nos acostumbramos a vivir en un mundo repleto de cisnes blancos… hasta que la repentina aparición de un cisne negro derrumba nuestras creencias previas y nos obliga a replantearnos cómo funciona todo. Taleb demuestra cómo la voluntad de aceptar los propios riesgos es un atributo esencial de héroes, santos e individuos prósperos en todos los ámbitos de la sociedad, y un desafío a las antiguas creencias sobre los valores de aquellos que nos dirigen.
Leyendo su último libro, “Jugarse la piel”, donde su mensaje sincrético viene a ser no fiarse de quien no se juega nada con lo que aconseja al otro, habla de la libertad que va siempre asociada a la adopción de riesgos, y quienes asumen riesgos actúan así porque son animales salvajes y no pueden ir contra su naturaleza. Y aquí enlazo con Jácome y su particularidad lingüística, un tanto soez en ocasiones, porque dice Taleb: “Quienes emplean un lenguaje grosero en las redes sociales, por ejemplo, están enviando una preciosa señal de que son libres e, irónicamente, competentes”. Cuenta una anécdota cachonda el escritor cuando una vez recibió una carta de una persona de la industria financiera: “Querido señor Taleb, sigo muy de cerca su trabajo pero me siento obligado a darle un consejo. Un intelectual como usted ganaría mucho en influencia si dejara de emplear un lenguaje tan grosero”; la respuesta de Taleb fue muy breve: “Váyase a la mierda”.
En este libro, que aconsejo, se señala por otro lado que, irónicamente, el estatus de hombre libre, que está muy por encima de aquel otro, normalmente viene indicado por la adopción de las costumbres de las clases bajas, como es el caso de algunos representantes empresariales que se ponían a maldecir cuando hablaban con los periodistas para indicar de ese modo que estaban diciendo la verdad. Si hubieran recitado alguno de los mantras de su empresa nadie los hubiera creído. O sea que no rasgarse tanto las vestiduras por los lenguajes y sí más por el fondo de la política, donde a veces el imperturbable rostro de un político poderoso oculta tras de sí una forma de actuar egoísta y tramposa, mucho peor que ninguna otra.