Crítica del libro que hemos editado, “La lección del sábado”, publicada en La Voz de Galicia del día 22/02/2019, por Roberto Blanco Valdés
«LA LECCIÓN DEL SÁBADO»
Miradas y palabras para intentar mantenerse a la vez tranquilos y excitados
MANUEL SÁNCHEZ SALORIO
EDITORIAL EL CERCANO
«La mirada del cultivado puede ver cosas que el inculto no ve». Esta frase, que el Doctor Sánchez Salorio -Manolo para quienes somos sus amigos- escribe en el Pórtico de un libro realmente delicioso, podría resumir en gran medida la vida de su autor. Por una parte, la mirada profesional de uno de los oftalmólogos más importantes de España en la segunda mitad del siglo XX, que ayudó a ver, o a ver mejor, a docenas de miles de personas a lo largo de una carrera tan brillante como extensa. Pero también, por otro lado, la mirada de un humanista en el más pleno sentido de la palabra, hombre de inmensa cultura, lector impenitente, y escritor ocasional, pero no por ello menos talentoso, según lo demuestra con rotunda claridad la obra que ahora se comenta, donde este gran oculista del espíritu reúne algunos de los textos que, bajo la rúbrica común de «Zaguán del Sábado» publicó en La Voz para gozo de sus muchos seguidores, entre los que se encuentra quien firma esta reseña. Es, claro, a ese segundo arte de ver al que ahora voy a referirme.
Porque Manuel Sánchez Salorio, que se declara, siguiendo a Platón un «amigo de mirar», observa con acercamiento siempre inteligente, siempre abierto, siempre crítico, pero también siempre piadoso, las cosas más diversas (del deporte a las modas y los modos de vestir, de la poesía al cine o a la pintura, de la política a la literatura) para exprimirlas, como si estrujara una naranja, y entregar así su zumo a quienes decidan acompañarlo en textos que tienen siempre algo de viaje y algo de aventura. Gran contador de historias (también cuando lo hace de palabra), erudito capaz de hablar de Voltaire, de Proust, de Maquiavelo, de Ortega (siempre Ortega) como quien estuviera haciéndolo de grandísimos amigos, dominador asombroso de la destreza de las etimologías y de una aun más difícil -la del sentido del humor- el autor de La lección del sábado salta con una facilidad pasmosa de las anécdotas (propias o ajenas) a las categorías, para que disfrutemos de las primeras y aprendamos de las segundas, a través de los ojos de quien es capaz de ver siempre más allá de la simple apariencia de las cosas. Basta para comprobarlo leer dos de los artículos más geniales de un libro plagado de textos de extraordinaria calidad y gran belleza: «Sobre bolas, juegos y palabras» y la serie que componen los cuatro textos sucesivos de «Una de vaqueros». ¡Qué gozada! Por si todo eso fuera poco, recordando en ello el inmenso talento de su (nuestro) paisano Julio Camba para la frase lapidaria, Manuel Salorio la maneja también con notable habilidad. «Ahí les van dos», por decirlo con la fórmula a la que nuestro autor recurre con frecuencia para explicar sus hipótesis a lo largo de la obra: «Solo aquel a quien no le gusta el mundo puede no amar Nueva York». O, más adelante: «En la tertulia el único que trabaja es el camarero».
CONTRA EL DESÁNIMO
Voy terminando, pero no sin antes destacar algo que considero fundamental para entender la esencia de un libro que, no por casualidad, lleva por subtítulo Miradas y palabras para intentar mantenerse a la vez tranquilos y excitados. -Y es que el profesor Salorio escribe con tanta alegría, con tanta pasión, que ambas se contagian al lector desde el primero hasta el último de los artículos del libro. De él puede decirse que es entretenido en el más literal sentido de ese término. Pues el vocablo entretener -me permitirá su autor que, imitándolo, eche también mano de la etimología- proviene probablemente del francés, lengua en la que se empleaba ya desde el siglo XII con el significado de «mantener juntos» (entretenir). Eso consigue con La lección del sábado su autor: mantener a su lado, pegado a sus historias, sus hipótesis y sus razonamientos, al lector, que, con la ayuda de esta obra puede seguir uno de los mejores consejos de Manuel Sánchez Salorio: luchar contra el desánimo y contra el aburrimiento.
Roberto Blanco Valdés