Salimos de Candamil, kilómetro 190 de nuestro camino, hacia As Pontes a las 10:30H. Desde la iglesia donde está el Cruceiro peregrino. Por delante 15 kilómetros y una llovizna que amena. Café en El Paso carretera o monte a andar el camino. Mucho vidueiro y carballo, de momento. En un tramo largo de naturaleza de dos kilómetros, cual cabaña de Walden pero a lo grande, nos topamos con una casa de turismo rural muy bien puesta, A Pena, sin poderla visitar por dentro porque, a pesar de ser lunes, estaba llena de gente descansando. En Cabreiros no queda otra que meterse en la carretera nacional, así que cruzamos algún que otro coche, no demasiados la verdad, y entre ellos el autobús de línea Ferrol-Lugo sin nadie más que el chófer, se diría que era un autobús de línea fantasma por la falta de pasajeros si no fuera porque esta Galicia de interior que recorremos está desnuda de piel humana. Salimos de la carretera y por caminos bien anchos observamos extensiones grandes de campo con el suelo bien alfombrado de hierba recortada cual si fueran campos de fútbol para jugar a una agricultura ecológica. Y tal cual, vemos un cartel más adelante que anuncia esta agricultura. Una posible salida a nuestra vida futura, porque de momento la tierra gallega no está contaminada y habría que ve si en Alemania, por ejemplo, donde los suelos están llenos de toxicidad, no nos comprarían lechugas, tomates, grelos y demás productos de huerta para relamerse los dedos. Organizar su gestión distribuidora y comercial sería cosa de políticas de gobierno que deberían coger este toro por los cuernos. Y seguimos, encontrándonos con la desgracia de que a un lado esos vidueiros hermosos que resisten el progreso del dinero y al otro su feroz competencia que se levantan por cientos cuales son los eucaliptos. Desde el primero hasta después las siguientes e innumerables extensiones llenas de este árbol no autóctono el paisaje se tiñe de cierto desánimo. Nieblas discontinuas según subimos o bajamos el terreno, los ríos que ahora sí muestran su verdadera cara, llevando agua y agua. Entramos en A Coruña y esto cambia de clima. Aquí llueve. Subidas y bajadas empinadas que aunque cortas en distancia rompen las piernas que tienen que accionar sus frenos en las bajadas. Ya se ven las torres de humo de la central eléctrica y hacia allí vamos, llegando a la entrada de este puente romano que contrasta el tiempo pasado con la torres de cemento gris que se funden con el gris horizonte del día que casi las ocultan en la fotografía. 205 Kilómetros marcados en Casa Teresa, donde la tarta de queso nos puso el postre final a una jornada más donde el caminar no llega a la media diaria de Thoreau pero casi. Esto es vida.