Hoy leemos en La Región a Sonia Torre sobre como van las cosas actualmente por el Liceo Recreo Ourensán. En este palacio, donde tantos nos desvirgamos a la noche, ya que en tiempos fue lugar propicio para los primeros fines de año y asalto de Reyes, y a las discotecas, no en vano allí Alberto Fernández nos pinchaba discos a los jovencitos que acudíamos a hacer manitas cuando estaban casi prohibidas por el régimen confesional, no suena bien la música. Que conste que la música requiere de buena acústica, de ahí que el empeño en copiar cosas que hacen los demás, a veces resulta como remedio peor que la enfermedad.
Nos cuenta la periodista que ‘en los últimos 12 años, el Liceo no ha dejado de perder socios, pasando de 1.300 en el 2003, a 750 en la actualidad, llegando en algunos momentos a una media de 80 socios menos por año’. Pero es que no puede ser de otra manera si la media de edad del socio liceísta es muy alta, pues la natural defunción de las personas de edad sobreviene sola, razón de la que nos da cuenta puntual ese crespón negro que cuelga del balcón a la calle Lamas Carvajal cada dos por tres. Ni convenios con Colegios Médicos o de Arquitectos (no se sabe qué carallo de obsesión posee a quienes representan a colectivos para hacer convenios), ni dios sabe que más imaginación o implicación de periódico o Concello (a la vista de la subvención obtenida), podrán salvar una anacrónica entidad con problemas de cuotas de edad, pasta, paredes y caspa.