Mientras por Ourense navegan aguas procelosas en materia cultural pues compran y compran las autoridades sin tener idea de lo que vale un peine pero que les sirve para publicidad y propaganda de que les importa mucho todo lo que hacen los que viven del morro de pedírselo, otros, como el amigo Pepe Rivela suma apoyos a su proyecto didáctico ‘único’ que hace más en favor de la cultura y el arte en Ourense para despertar en los chicos la libertad que ello conlleva, que todos los demás industriales de pillar pasta y venderse.
Pues bien, los medios de comunicación más allá del Padornelo y La Canda no dejan de sorprenderse de este activista y sus resultados, y hoy trae de la mano de la periodista Cristina Huete crónica de un resultado de esta vida anunciada para los que lo tratamos de tenacidad y vocación por encima de tontería política y demás historias sin buen rollo.
A continuación, toma la escritura Cristina Huete para EL PAÍS:
Bill Viola se revisita en un aula. El influyente videoartista (Nueva York, 1951), al que precede una fama de inaccesible, asoma al mundo su rostro conmovido en un trabajo sobre su obra realizado por los alumnos de un instituto de un pequeño pueblo gallego. La imagen que el artista envió por Skype a los estudiantes levantando el pulgar y elevando después sus manos juntas, mientras inclina la cabeza en signo budista de agradecimiento, forma parte del corto que iniciaron como un trabajo de Artes Plásticas 40 alumnos de entre 11 y 17 años del instituto público de Celanova (Ourense). Los estudiantes acabaron sumergiendo al artista en el análisis de su propia creación al mismo tiempo que ellos trascendían su tarea escolar.
Looking for Viola, dirigido por Aser Álvarez, productor de documentales y exalumno del mismo instituto de Celanova, se estrenó este mes en el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC), en Santiago, desde donde iniciará su recorrido por festivales nacionales e internacionales de cine artístico. Viola figura en los títulos de crédito como asesor artístico, de la misma forma que Eugenio Ampudia, uno de los videoartistas españoles de mayor reconocimiento internacional.
El homenaje al estadounidense con el que los autores han pretendido “propiciar la reflexión sobre el videoarte” surgió como un reto académico. José Rivela, profesor de Artes Plásticas en el instituto, desafió a sus alumnos cuando desdeñaron las obras de arte visual que les mostraba con un “eso lo hace cualquiera”. “Pues hacedlo”, los conminó él poniendo sobre la mesa el trabajo del neoyorquino.
El profesor decidió explicarle el proyecto académico al artista en un correo electrónico y, para sorpresa de todos, Viola le contestó entusiasmado. Para entonces Rivela ya había realizado con sus alumnos un considerable trabajo documental. La constante presencia en el corto del agua —elemento fundamental y el más fóbico en la obra del artista— lo ha conmovido. De forma especial, la secuencia en la que el profesor del instituto se sumerge en la fuente de la Plaza Mayor de Celanova. “Es la representación más realista de mi vivencia”, ha reconocido Viola aludiendo a la traumática experiencia que vivió durante unas vacaciones familiares en la montaña cuando casi muere ahogado en un lago.
“Es la representación más realista de mi vivencia”, ha reconocido Viola sobre la imagen de la fuente
La imagen subacuática que muestra los limos de la fuente de Celanova también le sorprendió. “Nos preguntó muy interesado por la técnica que habíamos utilizado y tuvimos que decirle que se trataba de una cámara sumergible atada al palo de una escoba”, explica Álvarez sobre los recursos ingeniados en un rodaje realizado en un solo día y con un presupuesto inferior a 1.000 euros.
Aprender jugando
“Aprendimos mucho de Viola y de su obra y nos adentramos en el mundo de la videocreación, que nuestra productora no había explorado, pero sobre todo aprendimos de la espontaneidad; de cómo se aprende jugando”, sostiene Álvarez. El productor asegura que los alumnos acabaron percatándose de la “imponente cultura audiovisual que naturalmente tenían pero de la que no eran conscientes”. Cuando habla de aprendizaje, Álvarez se refiere no solo al artístico. El corto va más allá. El homenaje a Viola lo es también, por extensión, a la reencarnación de los lugares, a su purificación.

El videoartista Bill Viola. / Luigi Casentini (demotix)
Gran parte del vídeo se rodó en el claustro barroco del Monasterio de San Rosendo, en donde está ubicado el instituto. Un impresionante inmueble, Premio Europa Nostra de patrimonio, que antes de convertirse en centro educativo lo fue de la represión como cárcel del franquismo: albergó a 3.000 presos, muchos de ellos asesinados en el monte de O Furriolo. “El corto habla de la evolución de la vida, de la transformación”, insiste Álvarez en ese homenaje. Tanto él como el profesor del que arrancó la experiencia consideran que solo un genio podría implicarse en un proyecto así. “Viola vio el potencial transformador del mundo educativo y no dudó en participar”, señala convencido el productor.
Emocionado por el resultado del corto, Bill Viola apunta a otra reencarnación. Ha asegurado que entre los alumnos que han participado en el corto está “el próximo Picasso”.