Evento: desayuno informativo de la exposición ‘Picasso y el cubismo en la Colección de Arte Abanca’. Lugar: mirador del Museo Thyssen. Menú: cruasanes, zumo de naranja y café (servido por camareros). Lugar de trabajo: mesa de juntas. A un lado, la prensa. Al otro, los altos cargos: Juan Carlos Escotet, vicepresidente de Abanca (y dueño del banco que la controla: Banesco); Miguel Ángel Escotet, director de Responsabilidad Social Corporativa de Abanca, y Guillermo Solana, director artístico del Thyssen. Tema de debate: el fondo artístico de Abanca sale a la luz. Sinopsis alternativa del evento: banquero venezolano busca ‘glamour’ tras comprar caja gallega (Novagalicia) rescatada por el Estado.
Primero dispara Solana: “Colección de raíz gallega y proyección internacional”. Etc, etc, etc. Juan Carlos Escotet escucha a Solana, se echa un terrón de azúcar en el café, bebe un sorbito y procede a leer un discurso que ha traído preparado. Escotet habla de “orgullo”, “satisfacción” y “responsabilidad”; de “la colección de arte privado más importante de Galicia”; de “poner a disposición de los ciudadanos nuestros tesoros artísticos”, para acabar volviendo a hablar de “responsabilidad social corporativa”, término fetiche del acto.
Lo paradójico es que el director de Responsabilidad Social Corporativa de Abanca, Miguel Ángel Escotet (primo del ‘boss’), no abrió la boca en todo el acto. O casi: se limitó a decir una sola frase, en bajito, digna de un personaje enigmático de David Lynch: “Dentro de esta llave está toda la exposición”, espetó, blandiendo una misteriosa cajita gris (resulta que todos teníamos junto al plato una misteriosa cajita gris, en cuyo interior había un USB medio escondido). Fin del desvío lynchiano.
Hacer el trabajo sucio
Hablar de dinero en un evento artístico que pretende elevar los espíritus es una ordinariez, vale, pero alguien tiene que hacer el trabajo sucio. Allá vamos:
Escotet, número 534 de la última lista de millonarios de ‘Forbes‘, habló de todo lo que le ha dado tiempo a hacer en “este año y medio”. El tiempo se mide aquí en antes de Escotet y después de Escotet. Ocurre que estos picassos tienen que haber salido de alguna parte; en concreto, de las cajas gallegas ahogadas en el sumidero de la crisis. Así que Escotet, en el turno de preguntas, acabó refiriéndose inevitablemente al pasado, aunque fuera tirando de eufemismo críptico: “Proceso 2013”, soltó. Traducción a las bravas de proceso 2013: año en que el Estado perdió 8.550 millones de euros con la venta de la rescatada Novagalicia a Escotet. O sea, que este cruasán que me estoy metiendo en la boca ahora mismo lo ha pagado usted… y a precio de beluga (está bien rico, eso sí).
Este cruasán que me estoy metiendo en la boca ahora mismo lo ha pagado usted… y a precio de beluga
¿Tiene culpa Escotet de este despilfarro de dinero público? No. ¿Y quién tiene la culpa? “¡YOKO ONO!, ¡YOKO ONO!”, gritan al unísono PP y PSOE.
De lo que sí tiene culpa Escotet, y no Yoko Ono, es de lo que pasó después de la venta: de duplicar el sueldo a su junta directiva al tiempo que seguía despidiendo a empleados, de practicar la contabilidad creativa, de burlar a los preferentistas y de acosar a la prensa que informa sobre todo ello. Resumiendo: Responsabilidad Social Corporativa, el musical.
Fin del desayuno informativo. El periodista se lleva a casa un cuaderno y una carpeta ilustrados con los siguientes eslóganes: “Somos Abanca” y “Abanca, sentir común”. Y claro, uno sale del Thyssen confuso, sin saber si Abanca es un banco o una comuna ‘hippie’. Esquizofrenia típica de todas las cajas rescatadas, blanqueadas y rebautizadas con nombres y eslóganes entre místicos y socialistas. Mucha penitencia cultural y social van a tener que hacer los banqueros de la regeneración para que se nos olvide el precio de la factura. Porque Abanca, en efecto, somos/éramos todos (y también sus cruasanes).
1 comentario en “Picassos, cruasanes y bancos rescatados (Carlos Prieto en EL CONFIDENCIAL)”
ABC, de Sevilla: El área de Bienestar Social y Empleo del consistorio sevillano ha sacado a licitación un contrato para comprar 7.000 monodosis de “lubricante vaginal y anal” por unos 1.470 euros (IVA incluido), destinado a los institutos de secundaria de la ciudad.
Añadir un poco de Willy Toledo, otro poco de Kichi de Cádiz, alguna carmenada, y algo de “coraje” de Rajoy y a disfrutar con el lubricante