Cuatro años después de su muerte, un estudio explica el fenómeno cultural detrás de la obsesión por “el hombre que pensó diferente”.
En un análisis titulado Steve Jobs, individualismo romántico y el deseo por el buen capitalismo, publicado en la revista International Journal of Communication, Streeter se pregunta el porqué de esa atracción, que además parece crecer con el tiempo, hacia el personaje.
El autor recuerda que si quisiéramos destacar a personajes cuyos inventos o innovaciones han sido realmente importantes, quizá estaríamos hablando de Dennis Ritchie, “que fue fundamental para el desarrollo del software y los conceptos que hicieron posible Internet”, o Douglas Engelbart, pionero en la interacción del hombre con las computadoras e inventor del ratón de ordenador en 1967.
“Existen otros innovadores muy importantes pero son personajes más complicados y, si bien muchos de ellos hicieron dinero, muy pocos se hicieron ricos”, comenta Streeter a EL ESPAÑOL. Hay además un ingrediente que el propio Jobs se encargó de alentar: el amor por los objetos. “Creo que la gente encuentra más fácil pensar que las invenciones son objetos, cosas que podemos sostener en nuestra manos como el iPhone o el iPad, en lugar de los sistemas como Internet, protocolos o procesos de software“.
Aunque el culto a Jobs es un fenómeno internacional, en Estados Unidos es donde alcanza la cota de mito social. Cuatro películas, decenas de libros y varias biografías del cofundador de Apple dan fe de ello. “Los estadounidenses aman la figura del rebelde, que ignora la sabiduría popular y sigue sus pasiones”, comenta Streeter.
De hecho, en su análisis el autor alinea estos rasgos con el romanticismo inglés de William Wordsworth y Lord Byron, o el trascendentalismo de Ralph Waldo Emerson: la figura del rebelde solitario, individualista, intuitivo. “Steve Jobs da a los estadounidenses la oportunidad de contar esa historia otra vez”.
El “buen capitalismo”
Tenemos el personaje carismático, que funda una compañía, es despedido, vuelve triunfante y catapulta su empresa al cielo de las firmas más valiosas de la historia. Todo un icono en vaqueros, zapatillas de deporte y camiseta negra, “con arrogancia de estrella de rock y un estilo de marketing oracular”. Streeter cree que “su historia nos invita a imaginar un capitalismo bueno, una forma utópica como contraste simbólico del capitalismo más rapaz y especulativo que encontramos detrás de la crisis económica de 2008″. “La historia de Jobs ofrece la visión optimista de ese 1% que en realidad merecía lo que tenía”, escribe Streeter.
El autor considera que historias como la de Jobs se perpetúan por una maquinaria capitalista que infunde formas románticas de pensar en todos los ámbitos de la sociedad. “Steve Jobs ofrece una perspectiva atractiva de un capitalismo productivo idealizado, íntegro, humano”, sostiene el autor. Esa maquinaria, que lleva más de un siglo dedicada a consagrar a la fama a grandes magnates como Rockefeller, Edison y Ford, parece orientada a que la gente se sienta bien con un sistema capitalista “más moral”.
Jobs ofrece una perspectiva atractiva de un capitalismo productivo idealizado, íntegro, humano
Streeter recuerda que el individualismo romántico americano “a veces es capitalista, y a veces no”. “Gran parte de la contracultura de 1960 en los EEUU era individualista y al mismo tiempo anticapitalista; había un montón de énfasis en expresarse, en rebelarse contra la tradición, y a la vez un escepticismo hacia el razonamiento científico y la planificación”, explica. “Es importante reconocer que el individualismo romántico es una forma cultural de gran alcance para los estadounidenses y no siempre una justificación para el capitalismo neoliberal”.
El “próximo Steve Jobs”
Cuando el presidente Barack Obama pronunció su discurso sobre el estado de la Unión de 2012, mencionó expresamente al cofundador de Apple como el modelo de emprendedor a seguir. “Debemos apoyar a todos los que están dispuestos a trabajar, a cada persona que asume riesgos y a cada empresario que aspira a convertirse en el próximo Steve Jobs”, dijo. Streeter reconoce que la simplificación del mensaje es precisamente una de las razones que le impulsó a escribir su artículo.
“Me preocupa que la metáfora del próximo Steve Jobs sea demasiado simplista; tengo la esperanza de que los políticos en las próximas elecciones en Estados Unidos adopten formas más ricas, más complejas y más precisas de explicar sus propuestas”, comenta. No obstante, reconoce que “Obama es como cualquier otro dirigente que necesita comunicar políticas complicadas de una manera que la gente común puede entender”. “Es decir, si lo que se quiere es argumentar que hay que gastar más en educación para fomentar la innovación en la sociedad, creo que tiene razón”, cuenta Streeter, que admite el uso del próximo Steve Jobs, en este caso, como una “abreviatura aceptable”.
Porque aquí hablamos de un icono, no de un creador clave en la historia tecnológica. “Steve Jobs fue una persona interesante, pero si uno está realmente interesado en innovación tecnológica él es sólo uno de muchos, muchos otros que hicieron contribuciones”, comenta Streeter. “Su historia es muy intensa, es interesante debido a su personalidad, pero creo que no debería contarse como un elemento central de la innovación tecnológica, que es algo mucho más amplio”, afirma Streeter. “Él es más una estrella de rock o de los deportes que un genio tecnológico”.