L 27 los ciudadanos de Cataluña tienen una oportunidad de oro para acabar con su pesadilla política y enviar al presidente Mas al oscuro lugar de donde no debió salir. Basta con que voten cualquiera de las diversas opciones políticas que no incluyen en su programa la destrucción del Estado de derecho español. Es posible que muchos de esos ciudadanos tengan previsto votar la candidatura de Mas. Y es a ellos, especialmente, a los que se debe dirigir un claro mensaje. La estrategia seguida hasta ahora por el constitucionalismo ha sido la de describir el obvio apocalipsis político y económico que le esperaría a una Cataluña independiente. Pero ha habido demasiada insistencia en ese supuesto ficcional y nada apenas del escenario previo y más realista. Es un poco absurdo especular con la bajada del PIB independentista y no exponer lo que en términos políticos y sociales supondría la posibilidad de que el presidente Mas empezara a traducir en decretos su voluntad de secesión.
“Los votantes deben saber no sólo que no habrá independencia de Cataluña, sino que no habrá sea cual sea su voto el 27-S”
Los ciudadanos catalanes deben votar en circunstancias distintas a las del pasado referéndum griego. Deben votar informados, con pleno conocimiento de las responsabilidades que contraen. Y la primera lección -griega- a darles es que si votan algo imposible, el resultado será imposible. Los votantes deben saber que entre sus competencias no está la de votar contra la democracia; y no sólo que no habrá independencia de Cataluña, sino que no la habrá sea cual sea su voto. Es hora de que conozcan, en fin, cuál sería la reacción del Estado si el Parlamento catalán proclamara la independencia. A los ciudadanos hay que decirles que Mas y sus aliados no van a traer la independencia, sino la pérdida de la libertad política. Y que, aun siendo provisional, esta pérdida dejará huellas, fracturas y disturbios, como sucede siempre que se quiebra la ley. Alguien debe decirles a los votantes catalanes que el 27 no es la final de la Champions; y que su presunto voto por la independencia será un voto por la interrupción de la autonomía y del Estatuto que la rige.
Y, francamente, yo no veo a nadie más obligado y preparado para decir todo esto que el señor presidente del Gobierno español. El primer interesado en que el voto catalán del 27 no sea el del miedo, sino el voto de un conjunto de personas conscientes y adultas.