LISTOS… Tras escuchar las desagradables noticias sobre Rato, vuelvo al libro que estaba leyendo. Se titula ‘El test de las golosinas’ y está escrito por Walter Mischel, un famoso psicólogo. Nada mas reanudar la lectura tropiezo con esta frase: ‘¿Por qué personas inteligentes se comportan tan a menudo de manera estúpida, arruinando unas vidas que tan diligentemente han construido?’. El asunto me ha interesado siempre tanto, que para aclararme escribí ‘La inteligencia fracasada’. Tal vez el castellano, cuyo léxico afina mucho en estos temas, nos da una pista cuando distingue entre ‘inteligente’ y ‘listo’, pero no habrán oído nunca ‘¡No te pases de inteligente!’. La diferencia está en que el listo va a lo suyo, utiliza su inteligencia marrulleramente, para sacar ventaja, para alimentar su ego, para ejercitar su vanidad. Y puede carecer de un buen sistema de frenado. En España hemos admirado siempre al pícaro, al pillo, al fresco, al listo. Y nos salen a millares. Incluso hubo un cántico a la transgresión, como si fuera el colmo de la creatividad. Por higiene social, conviene aplaudir al inteligente y abochornar al listo.