por PEDRO J. RAMÍREZ, en EL ESPAÑOL
Dice Juan Antonio Ortega en el epílogo de su admirable Memorial de transiciones que “en la época democrática han subsistido las redes de favoritismos clientelares bajo la capa de la estructura oligárquica partidaria, con sus comisiones, cohechos, mordidas o coimas, todo disimulado bajo el lindo velo del patriotismo grupal de los nuestros o protegido por una omertá casi mafiosa”. Sobra el “casi”.
A la vez que saquean la finca los mafiosos pagan a sus comisarios mediáticos para que mantengan narcotizado al perro guardián. El duopolio televisivo acaba de liquidar a uno de sus periodistas más brillantes e incisivos con un comunicado delatoramente escrito con la peor lengua de trapo de la política. A la vez los diarios gubernamentales han tenido suerte de que el auto mediante el que el juez Ruz cierra dos años de investigación sobre los llamados papeles de Bárcenas, haya quedado emparedado entre las elecciones que mantendrán postrada a Andalucía pero abren horizontes de cambio para el conjunto de España y la tragedia de los Alpes que primero encogió el corazón a cuantos cruzamos los cielos de Europa y ahora nos asoma al agujero negro de la psique humana.
Ese solapamiento informativo ha enmascarado el bajonazo ratonero con que portadas y editoriales han fingido ignorar el mastodonte que ha parido la montaña judicial. Ni los marianistas de derechas, ni los marianistas de centro, ni los marianistas de izquierdas han tenido ese mínimo de dignidad intelectual que requería la ocasión y les obligaba a pedir la dimisión fulminante tanto de aquel cuya estabilidad rentabilizan -ser gubernamental es hoy un negocio- como de todos los demás dirigentes del PP políticamente afectados por las demoledoras conclusiones del instructor.
Como ya ocurriera con la investigación de los crímenes de los GAL este es un asunto transideológico en el que la línea divisoria vuelve a estar entre los muchos que proporcionan lectores al poder y los pocos que siempre hemos intentado dar poder a los lectores. He de reconocer que me siento orgulloso de que mi nombre aparezca de nuevo en un texto judicial de tanta trascendencia, por mor de mi contribución como periodista y ciudadano al esclarecimiento de los hechos. Concretamente en el folio 130 del auto cuando el juez establece que “los soportes documentales originales aportados a la causa por el testigo Pedro José Ramírez Codina” figuran entre los elementos que le han permitido “racionalmente concluir” que el PP mantuvo durante casi veinte años una caja B que se nutría del dinero negro que entregaban en mano los adjudicatarios de obra pública y servía para pagar campañas electorales, sobresueldos de cargos del partido y todo tipo de amenidades.
O sea, lo contrario de lo que el presidente del Gobierno ha mantenido estólidamente una y otra vez desde que el 2 de febrero de 2013 comprometió sin ambages su palabra: “En este partido no se pagan cantidades que no hayan sido registradas en la contabilidad ni que de cualquier manera sean físicamente opacas. No es cierto que hayamos recibido dinero en metálico que hayamos ocultado al fisco”. Hétenos aquí en la Aldeanueva de Ebro del Estafermo. La cita de las tres mentiras, a la luz del auto del juez: el PP sí pagaba cantidades no registradas en su contabilidad oficial, el PP sí recibía dinero en metálico -billetes en sacos, bolsas y maletines- y el PP sí ocultaba ese dinero al fisco.
Se dice pronto: casi dos décadas haciendo trampas, engañándonos a todos, alterando el juego limpio en la política, mediante prácticas amén de ilegales abiertamente gansteriles, pues ¿qué era eso sino una mutación sofisticada del negocio de la protección mafiosa? No me extraña que no haya podido establecerse el vínculo del cohecho entre cada entrega de dinero y cada contrato: cuando alguien es cliente de una familia del hampa, el pago siempre es a bulto y el amparo también. Resulta frustrante, eso sí, que como ya ocurriera en la acera de enfrente con el caso Filesa, los sometidos a esta servidumbre voluntaria a costa del contribuyente -la corrupción política se repercute siempre en el precio- vayan a quedar impunes, pues ningún empresario corrompido se sentará en el banquillo. Razón de más para ser implacables en la exigencia de responsabilidades a sus corruptores.
Ya no es un “delincuente”, al que sus otrora jefes, amigos y protectores despojaron de la presunción de inocencia para arrojarle a una mazmorra como preso preventivo, quien acusa. Ya no es un periodista indeseable, compendio de todas las taras y movido por los motivos más espurios, quien le da crédito. Es el juez instructor -o sea la Justicia- quien, tras interrogar a decenas de testigos y practicar centenares de diligencias, concluye que lo que dice el ex-tesorero respecto a la financiación ilegal del PP, tal y como quedó reflejado en mi Carta del Director del 7 de julio de 2013 Cuatro horas con Bárcenas, es verdad; y que los apuntes de la Caja B que entregué al día siguiente en el juzgado y sobre los que declaré ante Su Señoría tres días más tarde, son auténticos.
Es cierto que, aunque Ruz da por adverada esa documentación y pone múltiples ejemplos de entradas y salidas comprobadas por otras vías, no desciende al detalle de acreditar cada asiento por separado. Entre otras razones porque la mayoría de ellos o bien son penalmente inocuos o corresponden a hechos en los que el delito habría ya prescrito. De ahí que no podamos decir que el juez afirme que Rajoy tuvo los santísimos huevos de cobrar sobresueldos cuando la ley se lo prohibía expresamente por ser ministro, pero la única alternativa a esa certeza -que hubiera implicado su destitución infamante de haberse sabido a tiempo- consiste en pensar que Bárcenas y, atención, Lapuerta -que ahí están sus visé y por eso Ruz le lleva también al banquillo- entreveraban sus apuntes veraces con algunas invencioncillas malévolas -venga, vamos a ponerles unos miles de euros a Javier, a Rodrigo o a Mariano- con la intención de poder difamar a sus jefes dos décadas después.
O el loro era tan gilipollas que no se enteraba de nada de lo que sucedía alrededor y en su nombre, o el loro estaba metido hasta la última pluma en la repelente pomada”.
Que cada uno piense lo que quiera porque lo esencial no es que el loro se zampara su chocolatina sino que estaba delante mientras en la habitación sucedía de todo. Si Aznar, Cascos y Acebes siguieran en la política hoy pediría que abandonaran todos sus cargos. Puesto que son Rajoy, Arenas y Cospedal quienes perviven, no queda otra que aplicarles el mismo rasero y advertir que nadie con convicciones democráticas puede respaldar al PP mientras sean ellos quienes lo representen. Porque una de dos, a cual peor: o el loro era tan gilipollas que no se enteraba de nada de lo que sucedía alrededor y en su nombre, o el loro estaba metido hasta la última pluma en la repelente pomada.
Los sumisos óvidos del grupo agropecuario popular se aferraron a la primera opción aclamando a Rajoy en el pleno del 1 de agosto cuando después de llamarme “tergiversador” y “manipulador” -los Dámasos y Gerardos se frotaron ese día las manos- proclamó aquello de “me equivoqué”. Grande es Dios en el Sinaí y más grande aun el Jefe en sus equivocaciones. Confió en un sinvergüenza y ahora lleva la cruz a cuestas. ¿Qué menos que hacer todos piña en rededor como fieles cirineos de la cofradía de la Santa Lista Cerrada y Bloqueada? Esta seguía siendo de hecho la trinchera de María Dolores de las Mentiras, Hernández, Floriández y demás portavoces del partido: si es que había una caja B, era de Bárcenas.
Pero al margen de que Lapuerta empiece por L, el auto de Ruz pulveriza esta penúltima coartada. Nada menos que 57 folios dedica a reconstruir con minuciosidad de entomólogo y precisión quirúrgica, planta por planta, revestimiento por revestimiento, falso techo por falso techo -y vaya que si los había- cómo se utilizó la caja B para financiar la remodelación de la sede de Génova. ¿Si el dinero negro fuera suyo por qué iban a ser el tesorero y el gerente tan altruistas como para dedicar cerca de un millón de euros a que la moqueta resultara más mullida, la climatización más eficiente y las terrazas más anchas de lo oficialmente presupuestado? Sólo cabría la hipótesis de que esos dos “empleados” del partido -así los caracteriza el auto- fueran en realidad los propietarios de Génova 13 y estuvieran invirtiendo en revalorizar su patrimonio para cobrar un alquiler mayor al inquilino.
Ilustración: Javier Muñoz
Perdón, se me ocurre otra posibilidad cuyo desarrollo cedo con mucho gusto a esos colegas que antes o después tendrán que dejar de hacerse los autistas y argumentar una posición editorial a la altura de la gravedad de los hechos. Y es que, tratándose de lo que se llama hoy en día un “edificio inteligente”, todo haya sido cosa del propio inmueble. ¿Existe acaso otra actividad a la que se dedique más “inteligencia” en la España sacamantecas de los impuestos astronómicos que la de defraudar a Hacienda? Si lo hacen las personas físicas, si lo hacen las personas jurídicas, si lo hacen los dioses del balón y los clubes de fútbol, era cuestión de tiempo que por una simple cuestión viral comenzaran a hacerlo los edificios que, como en el planeta de Goomer que dibujaba Ricardo Martínez, de vez en cuando piensan y adquieren vida propia.
Pronto comenzarán a proliferar las inspecciones a los bloques de viviendas, las paralelas a los rascacielos y las complementarias de palacetes, chalés de lujo y demás mansiones. Pero no adelantemos acontecimientos ni pongamos en marcha el ventilador de la basura. El caso concreto es que el edificio inteligente este se ha pasado de listo y le han pillado en orsay. ¿A qué esperan los marianistas de derechas para pedir la imputación de don Génova 13, los marianistas de centro para reclamar la retirada del pasaporte u otras medidas cautelares y los marianistas de izquierdas para exigir que se dicte prisión sin fianza, previa exhibición del reo esposado, para que tome buena nota la comunidad inmobiliaria?
“Planta Séptima, lo entiendo. Sé fuerte. Mañana te llamo”. Esta es de verdad la última explicación que le queda al PP: fue el edificio. Es cierto que corre el riesgo de que igual que se reclama que no haya imputados en las listas, cunda la moda de que tampoco se toleren actividades políticas en inmuebles investigados por un juez. Pero a grandes males, grandes remedios. Habría llegado la hora de deshacerse a la vez del criminal y del cuerpo del delito. Bastaría declarar el edificio en ruina -moral-, proceder a su demolición para que no quedara piedra sobre piedra, recalificar el terreno, subastar entre Villar Mir, Del Rivero y García Pozuelo una licencia de obra para construir apartamentos y, plusvalía mediante, trasladar la sede del PP a un espacio de la zona norte que incluya una ciudad deportiva para jóvenes canteranos.
¿Regeneración? ¿Refundación? ¿Catarsis? Para qué meterse en mayores jaleos, si la opinión publicada se conformaría con una mudanza.