Noticia de EL CONFIDENCIAL –
Declararse nítidamente de izquierdas o de derechas tiene mala prensa. Incluso muy mala. Y eso explica que los partidos políticos anden a la caza y captura de productos híbridos. El profesor Luis Garicano es uno de ellos. También el economista Manuel Conthe, ortodoxo en lo económico hasta la extenuación pero siempre con voz propia. Probablemente, como dice Albert Rivera, porque los políticos están para resolver problemas y no para crearlos. Es decir, una visión meramente instrumental de la política ajena a proyectos de ingeniera social.
Muchos de quienes hayan leído los escritos de Garicano desde que, al inicio de la crisis, el blog Nada es Gratis empezó a brillar con luz propia en el depauperado ecosistema intelectual español considerarán que estamos ante un neoliberal de toda la vida. Otros, sin embargo, pensarán lo contrario. Un intervencionista que se inspira en los modelos del centro y norte de Europa (Dinamarca u Holanda son sus referentes), con elevada fiscalidad y fuerte presencia del Estado en la economía.
Garicano, al menos en su faceta como político, no es ninguna cosa ni otra. Y por eso cuando ayer abandonó el púlpito tras defender el programa económico de Ciudadanos lo primero que dijo en petit comité fue: “Quienes pensaban que íbamos a presentar un programa ultraliberal se han llevado un buen chasco”.
Garicano es un regeneracionista (“queremos una revolución educativa e institucional”) a la manera de Joaquín Costa, que hace un siglo se alzó contra el clientelismo y el caciquismo político, y esa es una categoría demasiado amplia como para encasillar al profesor de la London School of Economics (LSE).
Un complemento salarialAsí es, precisamente, como ha salido el programa económico de Ciudadanos avanzado ayer (sólo es una primera entrega) por Albert Rivera ante una muchedumbre entregada. Ni de derechas ni de izquierdas. Es simplemente –y no es poco– un proyecto político destinado a arrancar las malas hierbas que desde hace siglos han echado raíces en el sistema económico español, lastrado por lo que Garicano denomina ‘capitalismo de amiguetes’, una de esas aportaciones intelectuales que ha exportado España en las últimas décadas.
Lo que propone Ciudadanos es tan híbrido como la puesta en marcha de algo parecido a un salario social –denominado Complemento Salarial Anual Garantizado– que beneficiaría a las rentas más bajas –alrededor de cinco millones de hogares– y que sería financiado a través de créditos fiscales que se descontarían del IRPF. Nada que ver con la renta básica que algún día propuso Podemos. Ni siquiera con una estatalización del sistema económico.
Y es que, para curarse en salud, Garicano recuerda que en un país tan poco intervencionista como EEUU (o el Reino Unido) existe algo parecido. Su análisis es contundente: millones de españoles tienen ahora niveles de ingresos que ni siquiera llegan al SMI, y eso es un lastre para toda la sociedad. Por eso, lo que se propone es incentivar el trabajo (sólo cobrarían ese complemento quienes tuvieran un empleo) para hacerlo más atractivo que cobrar el paro. Estiman que buena parte de ese programa (como máximo un 1% del PIB –unos 10.000 millones de euros–) saldría del ahorro en el seguro de desempleo.
Este ‘liberalismo con rostro humano’ (más seguridad a cambio de más flexibilidad), que diría un clásico –la flexiseguridad– no es un verso suelto, que le gusta decir a Esperanza Aguirre, sino fruto de una determinada concepción de la sociedad. Lo que está detrás es la reivindicación de un viejo valor de la izquierda: la igualdad, que ha tomado como propia Ciudadanos.
La igualdad entendida no como un principio fundamental del Estado para homogeneizar las relaciones sociales y económicas (normalmente en la pobreza), sino como un instrumento para lograr que todos los ciudadanos tengan las mismas oportunidades favoreciendo la emancipación de los jóvenes. El punto de partida es claro: “La crisis”, dice el programa económico de Ciudadanos, “ha golpeado duramente a los más necesitados y las desigualdades han aumentado”, pero la solución no es una renta universal. Al contrario. La solución, según Garicano, pasa por la consolidación de clases medias “con salarios dignos”.
El contrato único
Aquí está la clave de bóveda de lo que propone Ciudadanos: la dignificación del empleo para que deje de ser una mercancía de usar y tirar a través de la rotación laboral, que hace que millones de trabajadores entren y salgan del mercado laboral con suma facilidad. Dicho de forma precisa. De lo que se trata es de lograr de una vez por todas el célebre contrato único (con indemnización creciente en función de la antigüedad) que Fedea puso en circulación (y que nunca vio la luz) al comienzo de la crisis. Por lo tanto, todos los nuevos contratos serian de carácter indefinido con un sistema de bonus-malus (como en el seguro) que beneficiaría a las empresas que menos despidan.
Ni a la izquierda tradicional (los sindicatos o el PSOE) les gusta la idea del contrato único (porque piensa que se trata de una precarización de las relaciones laborales) ni a la derecha (léase el PP) le atrae (básicamente porque le disgusta a la CEOE).
Ahora Ciudadanos ha ‘comprado’ la mercancía. Y no sólo eso. También la famosa ‘mochila austríaca’ que ya se incluyó en la reforma laboral de Zapatero, pero que duerme en el sueño de los justos. Lo que proponen Garicano y Conthe no es otra cosa que una especie de cuenta individual que tendría cada trabajador en su empresa (alrededor del 1% de su salario) y que se llevaría en caso de que fuera despedido o cambiara de empresa. Se intenta, de esta manera, favorecer la movilidad laboral, toda vez que muchos trabajadores con largas carreras profesionales se niegan a cambiar de empresa porque eso conlleva la pérdida de la indemnización.
El contrato único (ahora llamado para la igualdad de oportunidades), sin embargo, cuenta con problemas legales que ayer Garicano no resolvió. Supone descausalizar las relaciones laborales (el despido libre sin justificar a cambio de una indemnización), y eso puede chocar con los tratados internacionales firmados por España y hasta la propia Constitución, que garantiza la tutela judicial efectiva (por ejemplo en caso de despido). No es un problema pequeño.
Como tampoco lo es el elevado endeudamiento familiar que ha dejado al borde del KO a millones de familias. Manuel Conthe, que es más abogado que economista, aunque puede parecer lo contrario, tiene una solución. Nada original, pero eficaz si se aplica con rigor. Y no es otra que hacer una transposición a la legislación española de la ley de la segunda oportunidad para las familias endeudadas que existe en Europa. Es decir, que cuando un hogar no pueda pagar de buena fe sus deudas, puede negociar con sus acreedores las condiciones del crédito sin que necesariamente eso le lleve a la ‘muerte civil’.
¿Significa esto la dación en pago para pleitos hipotecarios? Algo así, pero menos. Lo que se propone es que en caso de un préstamo hipotecario la legislación puede obligar al acreedor a aceptar en pago el inmueble hipotecado a un precio igual al 100% del valor del mercado que tenga en ese momento el inmueble, previa tasación por parte de un profesional independiente al margen del banco. Con esta valoración al 100% se evitaría la situación actual, en que muchas casas son malvendidas y posteriormente adquiridas por las propias entidades con una doble plusvalía (la de la venta y la del crédito).
Conthe, que como reconoció ayer se dedica ahora al arbitraje, está convencido de que la solución extrajudicial es mejor que ir a juicio. Entre otras cosas porque durante la tramitación del procedimiento se suspendería la ejecución y pago de cualquier crédito, pero no el devengo de intereses para evitar que se pueda utilizar de forma torticera este instrumento legal. Por lo tanto, dación de en pago, pero con tantas cautelas que en la práctica dista mucho del modelo de EEUU. Como se ve, un delicado equilibrio.