Entrevista a Pablo d’Ors por “Biografía del silencio” | Culturamas, la revista de información cultural
Pablo d’Ors (Madrid, 1963) nace en el seno de una familia de artistas y se educa en un ambiente cultural alemán. Es sacerdote católico, discípulo zen y escritor. También es fundador del seminario de entrenamiento espiritual Buscadores de la Montaña. En busca del silencio ha peregrinado a pie a Compostela y ha viajado al desierto del Sahara, al Monte Athos y al Himalaya. Ha publicado el ensayo Sendino se muere, y las novelas El estupor y la maravilla y Lecciones de ilusión, entre otras.
P.- ¿La meditación implica una nueva visión de la realidad, o quizá alcanzar una nueva forma de adaptarse a la misma?
Meditar no es reflexionar, sino silenciarse: un proceso de limpieza o purificación interior. En la medida en que nuestros ojos y oídos, y sobre todo nuestro corazón, está limpio o purificado, vemos la realidad tal cual es, lo que produce que nuestra acción en el mundo, sea cual sea, resulte también más apropiada.
P.- Hablas de la meditación como un proceso de renacimiento, pero ¿puede ocurrir que ese proceso vaya ligado también a una posible desorientación del individuo?
Encontrarse con uno mismo, que es adonde conduce la meditación bien realizada, no sólo es conveniente para que nuestra vida pueda ser calificada de humana, sino imprescindible. En ese proceso hay, por supuesto, momentos duros, de pérdida o desierto. Pero es que sólo vaciándonos podemos luego llenarnos; sólo quien se pierde podrá más tarde encontrarse. Sin el riesgo de la pérdida, no hay aventura interior posible.
P.- Si me pongo práctico, ya sé que la meditación no solucionará mis problemas, pero ¿conseguirá aliviarlos?
La meditación no resuelve los problemas, cierto: los disuelve. Eso significa que los coloca en la perspectiva propicia para que dejen de resultar problemáticos. Eso significa que el problema continúa, pero no el sufrimiento que ese problema nos ocasiona.
No se trata de suavizar el propio carácter, sino de amarlo; sólo entonces podremos empezar a trabajar en él para orientarlo según nuestra voluntad. No se trata de suavizar las aversiones, sino de erradicarlas, lo que sólo es posible mediante un riguroso trabajo espiritual de reconciliación y perdón.
P.- El silencio, tal que recogimiento, ¿podría plantearse como una buena manera de definir nuestra personalidad y ahondar en ella?
Normalmente andamos dispersos, es decir, en ninguna parte. El recogimiento, por seguir su terminología, nos devuelve a casa. Es bueno volver a casa, nos hace sentir bien. El ruido es el principal problema del hombre contemporáneo y, en ese sentido, el silencio es la primera necesidad del alma. Sin silencio no habría arte, amor ni espiritualidad.
P.- En otros contextos, trabajar el silencio podría suponer el acercamiento a un espíritu superior.
La experiencia del silenciamiento no es otra que la de la atención o escucha. Quien aprende a estar atento o a escuchar, está en el presente. Para los creyentes, el presente no es otra cosa que el escenario de la presencia divina. La confianza en esa Presencia aúna a todas las religiones.
P.- ¿Todo el mundo es capaz de concentrar la suficiente sabiduría (y de concentrarse) como para afrontar la meditación de forma adecuada?
Todos estamos llamados a una vida en plenitud, no a caricaturas o sucedáneos. Pero es cierto que hay personas que, por sus sombras o experiencias negativas, precisan de un proceso más largo y de un acompañamiento más intenso. Pero el tesoro que tenemos dentro no es para uno pocos, sino para todos. Para acceder a ello lo determinante es la determinada determinación de encontrarlo.
P.- En el fondo, ¿quizás no somos más que meras piezas innecesarias de un engranaje que siempre va a seguir funcionando? ¿Nos falta humildad para reconocerlo?
No estoy de acuerdo con la afirmación que contiene la primera pregunta: no creo que seamos “meras piezas innecesarias” ni que “el engranaje vaya a seguir siempre funcionando”. Lo que la meditación puede llevar a descubrir es, precisamente, que tú no eres sin el mundo ni sin los demás, pero que tampoco los demás y el mundo serían sin ti. Eres un miembro de un gran cuerpo, pero sin ese miembro ese cuerpo no sería definitivamente el mismo. Pero humildad siempre nos falta, eso desde luego: siempre somos demasiado poco realistas.
P.- ¿Cómo practica usted habitualmente este proceso, podríamos decir, de introspección?
Hago todos los días una hora de silencio, generalmente nada más levantarme. Hago todas las semanas un día de retiro completo, sin lecturas ni conversaciones. Hago todos los años diez días de apartamiento completo del mundo. Sin esos espacios/tiempos de intimidad conmigo mismo y con el Huésped de mi alma, no tendría ninguna autoridad para escribir o decir lo que escribo y digo.
P.- ¿Tiene ya nuevos proyectos de escritura que nos pueda ir comentando?
Sí, naturalmente. Mis dos últimos libros, Biografía del silencio (Siruela, 2012) y El olvido de sí (Pretextos, 2013) hablaban de la luz. Es de justicia que en mi próximo libro aborde la sombra.