Chesi y Lamas, dos por uno, en castellano y galego, grandes escritores ambos, han cosido artículos al lomo de este nuevo libro que es una joyita más para cualquier lector.
• A participar! | |
Ya podéis participar en la coedición del nuevo libro de elcercano, Dos por uno (que ya comenzamos a subir a la página: he aquí, a continuación de la relación de coeditores que se van sumando al proyecto, el primer artículo) con el fin de su publicación y presentación el día internacional del libro o 23 de abril, y que corresponde a una selección de artículos escogidos por sus autores: José María Lamas Crego y Santiago Pérez Álvarez, o algo así.La relación de coeditores hasta el día de hoy es la siguiente:
Paloma Varela Lago, José García-Calvo, Manuel Montero, Juan Hernández Vigueras, Ester Núñez, María Bouzo, José Troncoso, Paula Troncoso, Jose María Troncoso, Paco Cacharro, Alfonso Monxardín, Chus Blanco, Uxío Novoneyra, Juan Fonseca, Chechu Jiménez, Rafael Salgado, Julio Gurriarán, Teresa Silván, Malores Alvarez, Quiques Montes, Guillermo Díez, Chus Blanco, Ana Rivera, Otilia Blanco, Gonzalo Iglesias Sueiro, Jose María Eguileta, Juan Manuel Lazcano, Moncho Tanco, Santiago Conde-Corbal, Luis Rebolledo, Julian Genisson, Xosé A. Quiroga Pons, Javier Romero, Juan Novo, Javier Cortizo, Miguel Caride, Juan Valencia, Carlos Abella, Arturo Vispo, Mon Devane, Pesse Ferro, Clara Luz Alvarez, Eva Regueiro, Chelo Nogueira, Pura Veiga, Alexander Kochschitz, Ramón Santiago, Adolfo Martínez Pérez, Jorge Martínez Pérez, Antonio Meilán Gil, Hortensia Martínez, Ángela Meilán, Emma Meilán, Jacinto Seara, María Nieves Signo, Pilar Escolante, Jorge Velasco, Velasco, Velasco, Garlos García-Manzano, Xan de Vicus |
Un ejemplo de artículo de cada uno
SIN MEMORIA
Uno nunca sabe si las memorias se escriben contra el olvido o para el olvido. Afanándonos en rescatar los sucesos de nuestra infancia, los descubrimientos de la adolescencia, las presunciones de la juventud, las certezas de la madurez o las resignaciones de la ancianidad, seguramente despreciamos aquello que nos inundó de una felicidad o de un dolor tan profundo que sería inútil intentar describirlo. No sirven entonces las palabras y uno termina silenciando aquel suceso que nos marcó durante un tiempo extinto y a la vez perdurable. Si yo tratara de escribir mis memorias jamás podría describir por qué los ojos, acostumbrados ya a tantas cosas, pueden llenarse de lágrimas ante un atardecer en La Costa de la Muerte y tendría que silenciar ese hecho que seguramente me conmovió más contundentemente que muchas páginas leídas o que algunas músicas que trajeron tanta paz necesaria al desconcierto de vivir. Los acontecimientos frágiles que se dan a lo largo de una existencia, a poco que uno vaya con los sentidos dispuestos, resultan por lo general indecibles: el vuelo de un pájaro aquella mañana de abril, la soledad de la lluvia en un puerto de mar, la paz insólita de un bar vacío en un pueblo a desmano del mundo. Frente a esos hechos que sólo merecen el respetuoso silencio de quien los interpreta, nosotros acumulamos en nuestras autobiografías datos que son prescindibles, innecesarios o irrelevantes. Tratar de explicarse la existencia, de codificarla, es un vano intento de apresar la sombra que se desvincula de nosotros pese a su proximidad evidente. Al amor se le pueden poner nombres: sólo eso. Las memorias no actúan contra el olvido sino para el olvido. Son ejercicios en los que vaciamos lo que podemos contar a los otros sin necesidad de darle mayor énfasis ya que resultan experiencias que les han sucedido a casi todas las personas, a poco que la vida los haya respetado. Pero existen espacios donde la palabra carece de contenido, paisajes que se rebelan contra su descripción, sentimientos que se resisten a tener un código y en esa intimidad inaccesible para nosotros mismos y para los otros, en ese vacío del que acaso haya surgido la mística o la necesidad de crearnos dioses, ahí es donde se produce el milagro, la esencia de lo que realmente somos y que uno nunca puede depositar en un currículum o en una conversación de sobremesa. En ese núcleo existimos sin que nadie sepa que somos, fundamentalmente, desmemorias deliberadas, silencios feraces, fracasos que nos ayudan a entender que las autobiografías más que escribirlas contra el olvido, las escribimos para el olvido, para no tener que confesar aquello para lo cual carecemos de lenguaje o, tal vez, de talento. Quien se autobiografía pierde en realidad su memoria, se adentra en la amnesia como en una gruta sin retorno, camina a ciegas hacia un lugar inexplicado, sin más orientación que creer que lo que de sí ha escrito, tiene algún valor que no sea el valor milenario del olvido, ese que nos permite vivir sin mirar hacia atrás para descubrir las huellas, las inexistentes huellas que dejamos, tan efímeras. (Chesi)
AGELASTAS
En el prólogo del Cuarto libro de Pantagruel, Rabelais pide el amparo de Monseñor Odet, Cardenal de Chatillon, para que lo defienda de los agelastas, que lo habían acusado de manera tan atroz y sin razón por las herejías que supuestamente encontraban en sus libros, que había decidido no volver a escribir ni una jota. Los “agelastas” eran en Rabelais, unos gigantes que desconocían el alcohol, la risa y el sentido de humor. Pantagruel no pudo soportar tanta seriedad y abandonó a su destino a esos gigantes melancólicos y abstemios. Rabelais explica al Cardenal que en sus libros podían encontrase chanzas alegres sin ofender a Dios y al Rey pero ni rastro de alguna herejía a no ser que, perversamente y contra todo uso de razón y del lenguaje común, se interpretase como tal lo que nunca pensara, como si se interpretase “pan” como “piedra”, “pez” como “serpiente” o “huevo” como “escorpión”.
Milán Kundera recuperó el término de Rabelais para decir en su Arte de la Novela: «los agelastas están convencidos de que la verdad es clara, de que todos los seres humanos deben pensar lo mismo y de que ellos son lo que creen ser. Pero es precisamente al perder la certidumbre de la verdad y el consentimiento unánime de los demás, cuando el hombre se convierte en individuo. La novela es el paraíso imaginario de los individuos. Es el territorio en el que nadie es poseedor de la verdad…».
Los dirigentes del BNG y de AGN parecen agelastas. Son ajenos al sentido del humor y a la ironía. Alonso Montero, Presidente de la RAG, cometió la “herejía” de decir que el BNG era el partido que más defendió la lengua gallega pero que a veces como esas madres que quieren mucho a sus hijos, lo aprietan hasta ahogarlo. La respuesta fue agelasta: bocazas, botarate… (tradución ao galego, pois os aldraxes non eran galego: lercho, baralleiro). No recuerdo ninguna ocasión en la que Beiras, Paco Rodríguez o Xavier Vence, (ese defensor del idioma del país que habla un gallego acastrapado), al menos en sus presencias públicas, hayan mostrado alguna réplica humorística, algún comentario irónico. En su lugar, afirmaciones tajantes, sentencias inapelables, descalificaciones personales, puñetazos en las mesas, ocupan el lugar en el que un sencillo comentario irónico o humorístico conseguiría mejores resultados y celebraciones y adhesiones del personal. Me recuerdan al Strelnikov de Doctor Zhivago, serio y duro, dedicado a la causa soviética, que le dice a Zhivago cuando lo encuentra en un lugar de Siberia durante la guerra civil: «la vida privada ha muerto en Rusia». Olvidó decir: y el humor y la ironía, también.
• Presentación del libro | |
EL PRÓXIMO DÍA 23, DÍA INTERNACIONAL DEL LIBRO, PRESENTAREMOS ESTE NUEVO LIBRO, DE CHESI Y SANTIAGO LAMAS; LIBRO DE ARTÍCULOS SELECCIONADOS ENTRE LOS PUBLICADOS POR AMBOS EN ELCERCANO.COM; PRESENTARÁ A LOS DOS ESCRITORES, UN AMIGO COMÚN DE AMBOS Y DEL EDITOR, ADOLFO DOMINGUEZ. |
Trío de lujo, pues, en elcercano, para combatir fútbol, Real Madrid, y lo que se ponga por delante, o no se ponga.