Treinta años después del intento de ¿golpe de estado? cuyo protagonista principal y visible fue el teniente coronel Antonio Tejero, el rey D. Juan Carlos de Borbón a la pregunta de si se conoce la verdad dice que sí, añadiendo “y si no, se la inventan por ahí”. Poco antes manifestaba que aún no le habían contado lo que pasó el 23 F. En los Borbones decir una cosa y hacer la contraria es un rasgo de familia.
Lo que vimos muchos, con treinta años menos, en la televisión, es que esa noche se vistió con el uniforme de capitán general y puso al ejército en el primer tiempo de saludo. Las Fuerzas Armadas -a pesar de que el rey había regalado a los partidos el poder que, a través de las Leyes Fundamentales, le traspasó Franco- fieles a lo que les pidió el Caudillo en su testamento, le obedecieron y la cosa se quedó en una especie de sainete, elevado por la casta política y los medios de comunicación a una grandiosa gesta épica.
La parte oscura del 23 F, de la que se evitaba hablar para no enturbiar este bonito cuento de caperucita, empieza tímidamente a salir a la luz. Para mucha gente siempre fue difícil comprender como el general Armada, preceptor durante muchos años del Príncipe Juan Carlos, y el general Miláns del Bosch, tan monárquico o más que el anterior, se metiesen en esa aventura sin, por lo menos, un cierto aliento o respaldo moral del Monarca. Tampoco se entiende su insistencia en situar al general Armada como segundo jefe de la cúpula militar en contra la cerrada oposición del jefe de Gobierno y que, aprovechando un viaje de éste, consigue del ministro de Defensa. El misterio de la desaparición de las cintas grabadas del rey con los capitanes generales también sigue sin desvelarse.
Es cierto que por aquellos años, la nefasta gestión de Adolfo Suárez, uno de los peores gobernantes de la España contemporánea, incapaz de parar la orgía de asesinatos terrorista y causante original del actual desmadre autonómico, puso a España en una situación imposible. Todos, desde su propio partido, los rivales, el Ejército y su antes gran amigo, el rey, querían que se fuese.
Al que si hay que contarle lo que ocurrió es al teniente coronel Tejero, que lo metieron en una guerra que no era la suya y naturalmente desbarató una operación política que iba contra sus mas profundas convicciones. Lo cierto es que todos los militares implicados estaban convencidos que el rey estaba detrás. Lo cierto es que ésto supuso la anulación del Ejército como garante de la unidad de España y valladar contra las ambiciones y disparates de los partidos. Lo cierto es que la Corona no puede ni quiere impedir el desguace de España, que es su principal razón de ser. Lo cierto es que se constata, una vez más, que a los Borbones siempre les importa más la dinastía que la nación.
Rokudán