Quiero agradecer de corazón la atención que me prestan mis millones de lectores, en éste y otros sistemas solares. Me animan a que no cese de escribir, pero lo piden quienes pueden pedirlo: ustedes, los lectores, mis amigos. Y, cuando un amigo pide, no se puede decir que no. Recuerdo a estos efectos las palabras que dirigía el poeta latino Ausonio al emperador Teodosio cuando éste le pedía por favor que le enviara sus obras:
“Si la rubia Ceres manda que el campesino eche las semillas a la tierra, si Gradivo ordena que el general tome las armas o Neptuno que la escuadra inerme salga del puerto, es tan lícito obedecer como ilícito dudar […] Augusto me ordena escribir y pide mis poemas casi rogándolo: enmascara su poder con cortés solicitud. No tengo talento, pero el César me ha mandado: haré por tenerlo ¿Cómo voy a decir que no soy capaz? Él es quien anima mis menguadas fuerzas, y quien me ayuda es el mismo que me manda: basta con mi obediencia […] Recuerda, por tanto, que tú me lo ordenaste, padre de Roma, y perdónate tú mismo las faltas que yo cometa”